viernes, 21 de octubre de 2011

Las aventuras de una venezolana hablando ballenés.

Las aventuras de una venezolana hablando ballenés.
Por Francisco Mundo
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Leila Macor es periodista, de Venezuela, (“no necesariamente en ese orden”) y hace poco vive en Los Ángeles California trabajando como corresponsal francesa es ese lugar.  Al igual que todos los latinoamericanos que viven en California, se enfrentan al idioma para sobrevivir y convivir.  Pero si hiciéramos el conteo de cuantas personas hablan español, veríamos que peligrosamente se acerca a porcentajes que ponen en desventaja o en peligro racial  a quienes hablan solo inglés.  Ella dice con todo acierto que quienes van a  la escuela provienen de muchos países y por ende con muchas inflexiones del idioma español. Cada quien mastica el inglés con la herencia cultural que su país le ha dejado, de tal manera que un Dominicano no lo pronunciará como un Brasileño ni un Argentino como un Venezolano.  En el mismo México un costeño de costa chica de Guerrero no habla de la misma manera el español como un Sonorense, ni un Tamaulipeco como un yucateco.
Sin embargo, muchas personas de todos los países, aun en sus mismos países (sobre todo quienes trabajan en el comercio internacional o en el turismo) se ven obligadas por sus circunstancias a aprender inglés y de una u otra manera lo logra.  Hace unos años estuve en Cancún y la guía de turistas del autobús hacia Xcaret se dirigía a los norteamericanos con un inglés parco, de pronunciación abierta como dice Leila: “abrí muchísimo la boca y dije las frases despacio, exagerando los movimientos. Como Doris, la novia del papá de Nemo, cuando se pone a hablar en ballenés. Como si me doliera la mandíbula, con un aparente convencimiento interno que me parecía de una vergonzosa ausencia de sentido del ridículo. Y funcionó. Me entendieron.”, y a la guía también le entendieron que el baño debía de usarse para hacer del uno, no del dos…
Caso contrario, los norteamericanos son los más incapaces de aprender un idioma de los países por ellos conquistados, colonizados o con los cuales tienen intenso comercio.  En las viejas películas de Tarzán o en las que hay exploradores blancos en el África negra, es raro el que habla idioma o dialecto nativo, pero a lo largo de la historia cualquier asiático, africano o latinoamericano puede (aunque sea tipo ballenés) aprender el popular idioma inglés…
Hay millones de latinos en LA, tantos, que en todo comercio, calle o barrio hay cientos de personas que hablan español.  Un latino podría muy bien estar, recorrer o ver TV u oír radio sin acudir al inglés.  Quizá eso les da miedo a los güeros. La cultura latina se va imponiendo (sin ser reconocida) sobre la sajona en lugares que de hecho pertenecían a territorio mexicano cuando fueron arrebatados (ya sabemos cómo) por parte de los norteamericanos, y esa cultura pulula en todas partes de una ciudad como LA.
Las formas distintas de cada latino en hablar el inglés son objeto de desdén y casi burla cuando los sajones escuchan hablar su idioma a ellos, pero no dicen nada cuando ellos intentan hablar español, francés o japonés…  Habría que preguntarse si esa superioridad lingüística-cultural es realmente tal, si tienen una historia de logros trascendentes como los guaraníes, mayas o quichés, si cuando había grandes y prósperas ciudades en toda sur América ellos solo tenían carretas, casuchas e imaginaban que la tierra era plana, mientras que las culturas antiguas del sur sabían perfectamente la herbolaria, la Astronomía y calculaban con precisión los eclipses.  Imponer el idioma hoy es una forma de querer opacar el pasado, es querer imponer solo el presente mientras sea de una economía que ha impuesto su superioridad en forma artrera y en algunas veces a base de cañones y robos a naciones enteras de sus propiedades, sus culturas, sus creencias, sus idiomas.
La maestra de Leila se burla de su pronunciación, pero quizá no sepa nunca que se puede uno burlar de su incultura histórica y más aun burlarse de esa maestra si se pone a estudiar suajili, cantonés o maya, y ya oiríamos cómo lo pronuncia… y no será como ballenés, sino como charal de río.
Creo que Leila para convivir y sobrevivir podrá cambiar los pilares que cimientan su personalidad, que es del todo latina, pero solo será su pantalla para complacer a una presunción sajona de aquellos que hablando inglés sin modismos se sienten en la gloria cultural contemporánea, pero en realidad no dejará (y a mucho orgullo) su pasado de civilizaciones avanzadas que aunque hayan hablado “raro”, lograron y conquistaron la ciencia y su tiempo; y todo ello está heredado en su femenina presencia, en su forma regia de hablar como venezolana, en la de ella y en la de millones que cada día hablan ballenés.

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