miércoles, 3 de agosto de 2011

La distribución de la gente

La distribución de la gente.-
Por Francisco Mundo

Resulta curioso y revelador la forma en que la gente se distribuye espacialmente en ciertos lugares.  Las actitudes al seleccionar el lugar donde ubicarse en sitios públicos dice en cierta forma la dinámica de grupo social de que se trate.

Ø  Ejemplos de ello puede ser al llegar a un restaurante y escoger la mesa de acuerdo no a sus gustos solamente, sino además a de estar cerca o lejana a las demás personas buscando así la estancia individual, aunque los criterios no declarados son también la luz, la cercanía a la caja o cocina, a la puerta de entrada.    

Ø  En la playa los parámetros son diferentes.  Si son las primeras personas en llegar, prefieren muy cerca del agua, las segundas mas o menos cercanos a aquéllas, si es una pareja se retiran más, pero si fuera un grupo de mujeres preferiría estar cerca de las familias iniciales, los jóvenes en grupo tienden a lo más cercano a las olas y los ancianos lo más retirado, pero todos marcan una distancia prudente entre grupo y grupo porque desean una privacía de espacio mínima.

Ø  En los autobuses interurbanos todos preferirían ir sentados solos en cada lado aunque sean dos asientos, demasiada cercanía de hombro con hombro les puede resultar incómoda, de tal forma que inicialmente escogen hasta atrás para estar lo más lejos de los asientos cercanos al chofer, lugar que prefieren las mujeres, las personas mayores y las familias; puede suceder que si una mujer sola ve a otra mujer sola acceda a sentarse junto a ella en relación a ver a un hombre solo; a los niños les da igual.  Las preferencias también pueden ser marcadas en cuanto a escoger pasillo o ventanilla: la mayoría opta por pasillo, minoría por ventanilla.  Al subir a un autobús se marca entre el público un rictus de estatus de no hablar: en lo menos que sea posible conversar con el desconocido de al lado y no intimidar.

Ø  En el transporte público dentro de la ciudad sucede algo similar.  Las preferencias se inclinan por pasillo y no ventanilla, menos sobre las ruedas que es donde hay que ir flexionando las rodillas.  Personas hay que prefieren ir de pie que sentarse en ventanilla.  Los jóvenes en grupo siempre van hasta el fondo, las damas solas en las primeras dos filas (aunque sea en ventanilla pese a que haya en pasillo más atrás); todos prefieren ir solo y nunca se sientan junto a nadie habiendo pares de asientos atrás (aún las damas).  Si el cupo esta completo, las damas se quedan de pie adelante pues no prefieren ir paradas atrás (suponiendo además que ningún caballero les dará su lugar a menos que esté embarazada o discapacitada), los caballeros, después de escanear rápido la falta de lugares, siempre se recorren al fondo para ir de pie ahí, aunque si ven con igual o mayor rapidez a una dama sentada en pasillo con un escote medio o pronunciado se paran a su lado aunque el chofer les pida se recorran “al fondo”.  Los caballeros que van sentados no consideran que sea acertado o adecuado ceder su asiento a otro caballero aún que esté discapacitado o lleve a un bebé en brazos, mientras que es raro aunque sucede, que las damas les cedan el suyo a otra dama.  La ignominia es que cuando subiera una mujer en últimos meses de embarazo nadie le de su asiento.  En este caso en particular el criterio social es de acuerdo a los meses de embarazo, pues los primeros no les parece meritorio ceder dicho lugar que consideran muy suyo y deseado.  Por causas técnicas los lugares paralelos al vehículo son despreciados y a la primera oportunidad las personas emigran y buscan los perpendiculares.  Lo coincidente en todas las personas es que prefieran la lejanía del resto de los pasajeros.

Ø  En un auditorio donde se efectuará una conferencia o evento similar, la tendencia es a sentarse hasta atrás o al menos a la mitad (pero no en medio sino a las orillas de cada fila) y buscan igualmente la distancia del resto de asistentes.  Como a estos eventos van personas que se conocen previamente y acuerdan o coinciden en la asistencia por el tema de interés común, hacen grupitos donde se llaman entre sí o se buscan para sentarse junto a ellos aunque el área no sea de su preferencia, aunque sucede la variante descortés de pedirles que se pongan de pie y cambien al lugar donde gustan los últimos llegados.  Una mínima parte escoge la primera o segunda fila, de tal manera que el dibujo de contrastes de asientos vacíos-llenos es que queda un hueco al centro de la sala.  Los hombres que van solos prefieren las filas de hasta el fondo, las damas en igual situación, las de tercera o décima fila, pero casi nunca en la orilla.

Ø  En un cine es parecido al caso anterior. Mujeres solas casi no se ven porque ellas piensan que ese hecho es algo mal visto o bien que “no debe de ser…”, pero si llegase a suceder, prefieren los lugares cercanos a la puerta de salida, nunca en los asientos retirados sino tienden a los concurridos por la mayoría.  Es curioso ver que seleccionan el asiento no próximos a otras personas pero principalmente en medio de la mitad de la sala, aunque si son parejas éste no es un punto de selección sino mas bien el rinconcito donde no ser molestados u observados, si son un grupo de jóvenes pueden preferir hasta adelante (nunca escogen sentarse hasta atrás) cosa que no hacen las personas de la tercera edad. El panorama de asientos a medio cupo es de un tablero de ajedrez.

Ø  No hago en esta ocasión referencia a mítines políticos, público de mimos y circos, carros del metro por ser demasiado particulares en dejar ver los comportamientos de esta distribución escogida por sus respectivos asistentes y usuarios, pero sin duda tienen características propias con patrones ya demostrados por su individual cotidianidad.

Resulta pues que los criterios, gustos y puntos de partida para la selección de lugares donde se distribuyen las personas tienen algo de similares en todos los ámbitos públicos.  La mayoría tiende a estar a distancia de las demás personas, no les atrae la cercanía pues el hecho de estar en ellos tiene el inconveniente de la convivencia con extraños que no es precisamente deseada sino exactamente una inconveniencia.  Ir a un cine o evento tiene el pensamiento precedente y casi automático de que “ojalá y que no haya gente”, pues ella en su mero hecho de estar reunida es molesto como premisa, por lo que llegan a escoger los días y horarios donde piensen exista una menor concurrencia. 

Si bien puede pensarse que el amontonamiento hace “engentar”  a las personas por el espacio reducido en pasillos y salas de estar, donde se puede también ver reducida la privacía, el escuchar a los demás en sus conversaciones, percibir olores no deseados (casi nadie prefiere estar cerca de papás con niños muy pequeños o en brazos por los chillidos, regaños, golpes e improperios diversos propios del trato familiar entre ellos; en el restaurante avientan o vomitan la comida –por ello algunos acertadamente pusieron secciones de juego para dejar comer a gusto y tranquilamente a los demás-, en el cine corren por los pasillos gritando o bien se paran el los asientos cuan lloran por ratos y dicho chillido se le considera un crimen de educación civil al grado de que todos –amparados por la oscuridad que les oculta su responsabilidad- les ordenan que los saquen desaforadamente de la sala, y donde más es un crimen, pecado y delito es que estén en un Spa, aunque solo y simplemente sea un lugar no propio a su desenvolvimiento) y otras cuestiones propias de aglomeramientos; también hay mucho de motivaciones psicológicas  comunes de individualidad, de cultura de la limitada convivencia, de alejamiento que lleva como sinónimo la seguridad y que los extraños, por ser tales, son indeseables en cuanto a tener con ellos la distancia prudente y el tiempo limitado de proximidad, que cuando ésta exista –por inevitable- debe ser impersonal, seria (las ancianas o personas mayores tenían el concepto educativo a  los menores de seriedad como paralelo al de prudencia y virtud de estar así alejados de las personas) y cortante, tal vez no grosera pero sí lejana en el trato y por demás llana.

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