lunes, 8 de agosto de 2011

Recuerdos del mar. Primera parte

Recuerdos del mar.
Primera parte.

Por Francisco Mundo.


Recuerdo algunas fotos de cuando pequeño.  La mitad de ellas son en la playa, frente al mar.  Apenas contaba con meses de nacido o escasos años y estoy retratado jugando con la arena, a un lado de las olas, con su sonido y el sol intenso.  Recuerdo después muchas veces regresaba a la playa y son gratos recuerdos todos ellos.  Las olas y el agua del mar fueron así una compañía ocasional del todo disfrutable desde tempranos años.

Una cosa que aprendí del mar fue a ver el horizonte.  Generalmente vivimos en ciudades, en nuestras casas, en las habitaciones, transitamos por calles, nos encerramos en los cines, en los restaurantes, en los autobuses, en el reducido espacio de los automóviles.  Ello no nos deja ver el horizonte.  Ver a la distancia es ver las dimensiones de la naturaleza.  Ver así es estar en la contemplación plena de la línea horizontal del mar.

El mar ha sido campo de la historia del hombre, del florecimiento de grandes culturas como la griega y otras del mediterráneo, del comercio intercontinental de la antigua China, de la vida de pueblos del sureste asiático, de las incruentas odiseas piratescas de los ingleses del siglo XVII, de las aventuras como las de Magallanes y Colón.  La conquista de México por los españoles vino del mar, los vikingos llegaron antes a tierras americanas a través del mar. En el movimiento independentista de India de Inglaterra en los años 40, Ghandi promovió en un momento “la marcha al mar”, que fue ir a la playa a sacar sal del agua para no depender de las empresas inglesas.

El mar cautiva, impresiona, es causa de poemas, de historias y también de tragedias como los tsunamis.  La palabra tsunami es de origen japonés y significa “grandes olas dentro de las bahías” y son causadas tanto por temblores como por erupciones volcánicas submarinas. Los tsunamis atraviesan el mar en forma de olas bajas, lo suficiente como para no ser advertidas por los buques que están en alta mar. (Si Usted llegó a pensar en el por qué los barcos no les avisaban a los de tierra que ya les iba tremendo olón, pues ya sabe la respuesta).   Las olas toman una velocidad similar a la de un avión (como a 720 Km. /hora, y si no alcanza boletos de avión en vacaciones, puede comprar una tabla de surf y llega igualito…) y a intervalos de 15 minutos.  La primera ola no es siempre la más destructora y llegan a tomar alturas que van de los 18 a los 30 metros.

Los tsunamis más destructores son los del océano pacífico.  Entre 1596 y 1961 Japón padeció 15, siendo el más devastador el de 1896, donde murieron más de 27 mil personas.  El  Krakatoa, un volcán insular al este de Java, provocó uno en 1883, matando a más de 36 mil y su ola le dio la vuelta al mundo.  Hubo otro después del terremoto de Chile en 1960.  Los tsunamis que llegaron a las costas de Hawai en 1946 y en 1957 fueron producidos por terremotos en la Fosa de las Aleutianas que están a mas de 3 mil 200 Km. de distancia.  El que no olvidará esta generación es el 2005 en las costas del sur de la India y que llego hasta costas de África. También siendo niño, recuerdo del mar  una película norteamericana llamada “Un millón de años antes de JC”, con la entonces jovencita Ursula Andress filmada en 1967 del director Don Chaffey, quien hizo una cinta muy chafa pero en una escena los hombres primitivos ven cómo el mar entero se repliega de la playa para luego regresar como una ola descomunal.  Este año en Indonesia, esta vez las personas vieron ese repliegue pero nunca supieron que era por el aviso de un Tsunami.  De la playa hay que aprender, tanto en olas grandes como chicas, que los repliegues son predecesores de las olas: mientras más grande, tardado y lejano es el repliegue, mayor es el tamaño y fuerza de la ola.

Pero si bien el mar es causa de asombro y puede ser terrorífico, guarda incontables recursos  y tesoros aún no descubiertos.  El mar es un reto para el hombre en cuanto a conocer sus potencialidades y beneficios en energía y alimento.  Las personas hoy ya habrán olvidado la sombrosa hazaña (aún no repetida ni superada aún) del descenso del batiscafo Trieste que en 1960 (el 23 de Enero para ser más precisos, aunque no me sé la hora) en la fosa de las marianas en el pacífico se sumergió a casi  11 mil metros de profundidad.   Si quieren tener una idea de cuanto es esto, recomiendo vean la película “Abismo”, de James Cameron  filmada en 1988, un director que no era tan famoso como cuando hizo “Titanic”.

Nuestro planeta tiene un nombre incorrecto, indebido e impropio.  Quienes le pusieron el nombre de “tierra” no conocían el mar, siempre vivieron en las montañas, en desiertos, en continentes y les parecieron tan inmensos que pensaban que en el planeta no había otra cosa tan magnífica en dimensiones.  Las antiguas, muy antiguas culturas, pensaban que el mediterráneo era la cantidad más grande que podía haber pero no se comparaba con el tamaño del continente asiático.  Luego pensaban que el Atlántico era el más grande aunque imaginaban que era un río que bordeaba a Europa y África.  Habría que esperar a Magallanes para averiguar que el Pacífico era todavía mayor.  Su viaje alrededor del mundo (aunque él murió en las Filipinas, antes de volver a Europa el resto de la tripulación) duro tres años, de 1519 a 1522.
Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario