jueves, 11 de agosto de 2011

Recuerdos del mar 4 final

Recuerdos del mar 4 final
Por Francisco Mundo

Mis recuerdos del mar son siempre agradables.  Algunos imponentes.  Cuando era niño mi familia me llevo en una ocasión a la playa Pie de la cuesta en Acapulco a ver el atardecer.  Eran los años 60 y el puerto era otra cosa.  El sol se ocultó en forma muy bella y disfruté los colores del cielo, del viento que llegaba del horizonte, pero poco antes de eso un par de olas rebasó los límites acostumbrados y casi arrastra a los más pequeños jalándolos hacia el mar, con gritos y espanto de los adultos… una escena que recuerdo y que me hizo aprender que con el mar hay que tener siempre respeto y cuidado.

El mar, por todos sus componentes minerales, tiene  efectos curativos para los humanos.  Ir a bañarse al mar no es un baño como en la tina o la regadera.  Algunos intuyen esto y le ponen sales a la tina para simular el mar. Los humanos  llevan en sus venas un fluido salado que combina el sodio, el potasio y el calcio, en una proporción casi igual a la del agua del mar, y por eso es que las lágrimas, las secreciones de la nariz, nuestro sudor, la orina y hasta nuestra propia sangre tienen un sabor salado.
Cuando se habla del agua de mar como un agente para el tratamiento de enfermedades humanas, es costumbre citar a Hipócrates y Platón; sin embargo, los beneficios del clima marino sólo fueron reconocidos hasta a mediados del siglo XIX. Testimonio de esto es la gran cantidad de centros de balneoterapia y hospitales construidos sobre la costa del mar, especializados en el tratamiento de enfermedades crónicas de la época como fue, por ejemplo, la tuberculosis. El auge de estos establecimientos duró hasta que fueron descubiertos los antibióticos y la moderna farmacología contribuyó a su declinación. Los estudios del doctor Luis Bagot demostraron la eficacia del agua de mar y los elementos marinos en el tratamiento de dolores articulares, reumatismo y para el bienestar general. Fue él, en 1899, una de las primeras personas en practicar lo que ahora conocemos como la hidrokinebalneoterapia marina.  La “tasaloterapia” es un nombre acuñado en 1867 por Bonnardiere y fue un tratamiento definido de la siguiente forma:

            “Tasaloterapia es el uso combinado de todos los aspectos benéficos del ambiente marítimo (clima, agua salada, lodo submarino, algas, arena y otras sustancias derivadas), practicado en algún punto geográfico privilegiado de la costa pero bajo supervisión médica, con miras a servir como tratamiento preventivo o curativo”.

En los años 90 aprendí el masaje Watsu, que es un masaje que se da en agua, diferente a los masajes en seco y sobre el suelo. Recuerdo en una ocasión, en 1997,  en la playa caleta de Acapulco, le di un masaje a una joven mujer que no sabía nadar y le tenía cierto miedo al mar.  Le expliqué cómo era el watsu, la tome de las manos y en un momento la levanté de la arena para acostarla sobre las olas tenues de la playa.  El efecto del masaje tuvo sus efectos y al poco rato estaba flotando sobre las olas sin temores.  Con los ojos cerrados estaba como dormida solo sintiendo mi mano bajo sus hombros como único contacto con el Mundo.  Pero una idea me cruzó por la mente como algo atrevido y osado: la soltaría unos instantes para saber si su miedo al mar persistía o si se quedaba en ese trance de quietud… así lo hice, la solté y su actitud de tranquilidad le hizo tal vez no perder pero si olvidarse de su miedo de siempre y se quedó flotando no por segundos sino por minutos prácticamente acostada sobre las olas… Los miedos al  agua pueden ser más presentes y activos en la conciencia plena que en el estado pasivo y tranquilo, y en esos instantes estaba yo muy cerca  viéndola, atento a toda reacción suya y sujetarla por si se daba cuenta que estaba sola en medio de algo que minutos antes le provocaba el miedo de siempre, la idea de siempre. Los minutos que la deje sola no reaccionó, se quedó distendida solo movida de arriba abajo por el movimiento de las olas, arrullada por ellas sin más ruido que el que provocan al romper sobre la arena… No esperé a que reaccionara o pasara más tiempo. Volví a tomarla por la espalda, la sujeté para volver a la terapia y la fui jalando otra vez hacia la playa haciéndola poner los pies sobre la arena.  Cuando esto pasó la vi como cuando una persona se despierta por la mañana, con un gesto de desperezarse y volver a la conciencia.

No he vuelto a dar un watsu en el mar.  Los he dado en las aguas sulfurosas de Oaxtepec en el estado de Morelos donde está un manantial que dicen las leyendas era el lugar de baño de los emperadores aztecas; también en un lugar increíble por lo surrealista y bello que son Los Azufres en el estado Michoacán y en los manantiales de Ixtapan de la Sal en el estado de México.  Todas son experiencias fabulosas tanto para el que recibe como para el que da el watsu y el lugar ayuda con mucho a que sea precisamente sensacional, pero el mar tiene un toque especial que hace de la experiencia de estar en él una sensación única en su tipo y naturaleza.

Si, el mar es imponente, inmenso, único en el sistema solar, creador y cuna de la vida en el planeta, lugar de belleza y recreo para los humanos y algo que buscan siempre a pesar de vivir en la tierra.  Y lo hacen porque el mar les cautiva.  Buscamos así algo ingrávido a pesar de sentirnos bien en la gravedad.  Estar rodeados de agua es propio de nuestra naturaleza.  El agua que tenemos en nuestro cuerpo representa el 70% de nuestra constitución, pero no es un agua más que con sales.  En palabras del célebre biólogo Claude Bernard: "Cuando el hombre salió del mar, se llevó el océano consigo".

Finalmente, mis recuerdos me llevan a los años 70, cuando por primera vez escuché una canción de una mujer en el mar, unas frases que decían:

“Te vas Alfonsina con tu soledad
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Y una voz antigua de viento y de mar
te requiebra el alma
y la está llamando
y te vas, hacia allá como en sueños,
dormida Alfonsina, vestida de mar
.”

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