martes, 26 de julio de 2011

24 horas del universo

24 horas del universo.-

Por Francisco Mundo

Vivimos cada día en jornadas de 24 horas.  De una u otra manera, le asignamos a esas jornadas diarias ciertas temporalidades para nuestras actividades como sueño y vigilia, ésta última para labores productivas, recreativas o del desperdicio del tiempo, el estudio o la convivencia, alimentarnos, ver estrellas o contemplar cangrejos (cosa poco probable porque vivimos lejos de ellos pero se dice que ciertas personas piensan en su inmortalidad), pero esas jornadas diarias tienen, pese a sus variaciones, cierto patrón de continuidad y repetición.

Los humanos están acostumbrados a ese ritmo de 24 horas y hacen de toda su vida un adecuarse a esa duración para sobrevivir y vivir cotidianamente.  Esos ciclos de vida por jornada se llaman ciclos circádicos o circadianos.  Respondemos a los estímulos de actividad por la cantidad de luz solar que percibimos y las temperaturas del medio ambiente para realizar todas nuestras cosas de la vida.

Sin embargo, esa cotidianidad y continuidad nos hace perder de vista el horizonte del tiempo, a veces olvidamos las sensaciones que tuvimos hace 15 días, hace semanas, hace meses, años, décadas, y cuando los humanos que viven una época mueren, solo nos queda la memoria histórica plasmada en múltiples medios para hacérnosla recordar como libros, documentos, fotos, películas, papiros, piedras talladas , dibujos rupestres, etc., ¿pero que sucede cuando no existían medios para que esa memoria histórica nos deje ver, saber y notar qué sucedió antes de todo eso?

Ahí entra la arqueología y luego la paleontología para develarnos cómo era el mundo antes de nosotros, antes de los dinosaurios, antes de los que les dieron origen como los primeros reptiles, y antes de ellos los bosques, las primeras plantas, los insectos, las bacterias, las células eucarióticas y sus antecesoras como las procarióticas…

Así que tenemos muy sabidas nuestras jornadas de 24 horas pero esa continuidad nos hace perder la vista del horizonte del tiempo y que lo evitamos porque nos produce vértigo y cierta incapacidad para medir proporciones de temporalidades tan no solo grandes sino inmensas…el resultado es no imaginarnos que PROPORCION tiene nuestro tiempo no solo de civilización humana (como 10 mil años hace) sino como especie… pero ese tiempo, que nos puede hacernos imaginar levemente que es mucho, no lo es tanto…es más bien minúsculo, casi casi insignificante comparado con el total del tiempo desde la aparición del planeta en que vivimos..

Ya una primera forma de reducir esa inmensa duración en una jornada pequeña para notar dichas proporciones la hizo el célebre y destacado Carl Sagan en su libro Cosmos al reducir el total de la vida del planeta tierra a un año como lo conocemos…ahora podemos reducirlo aún más para saber que nuestro tiempo no como seres que tienen una civilización con escritura y tecnología y viajes espaciales, sino como seres que caminan en solo dos extremidades y con ciertos cm3 de masa cerebral, con manejo del pulgar en contraposición del resto de los dedos, que fabrican herramientas, un dominio no de un lenguaje para comunicarnos con los semejantes sino la capacidad inventiva para diseñar miles de lenguajes con inflexiones vocales y formas de escritura,  ese tiempo es casi la.. Nada.

El tiempo que ha llevado al planeta acondicionarse para cada forma de vida, para tener una temperatura idónea para que plantas y dinosaurios aparecieran y se desarrollaran, para que los mamíferos “reinaran” el planeta y no los reptiles o las aves, ha llevado un tiempo considerable y exorbitante que no llegamos a cuantificar en nuestra imaginación por estar tan acostumbrados solo a pensar en días, semanas, años y quizá solo hasta un siglo que es el máximo que un ser humano puede vivir.

El tiempo de existencia del planeta está calculado en aproximadamente 4 mil 532 millones de años, y quizá hasta un máximo de 4 mil 650, pero ¿cuánto tiempo es eso?? ¿Qué tanto puede pasar en ese tiempo y con que rapidez o parsimonia? Si nos ponemos a imaginar cuanto es se nos bota la mente. Si nos damos cuenta nos asombramos de ello. Si lo descubrimos nos damos cuenta que nuestro  tiempo es una cosa minúscula. Si lo conocemos sabremos cual es nuestro lugar en el inconmensurable devenir histórico no solo de la especie sino de todas las formas de vida que existen y han existido y que solo estamos en un turno, que es precisamente el último de la larga serie de fantásticas formas de vida.

Los períodos de existencia del planeta son el Precámbrico, el Paleozoico (con sus divisiones en Pérmico, Carbonífero, Devónico, Silúrico, Ordovícico y Cámbrico), después el Mesozoico (con los suyos que son el Cretácico, Jurásico y el Triásico, que por cierto, gracias a la película de Spielberg se hizo tan popular el Jurásico como la idea errónea o incompleta de que ESE es el origen y mas antiguo pasado de la vida en la Tierra pero que es parcial al no ver sus predecesoras), sigue el período Cenozoico (con sus divisiones respectivas de Terciario – a su ves dividida en Plioceno, Mioceno, Oligoceno, Eoceno y Paleoceno, siendo aquí donde aparecen los mamíferos que son nuestros abuelos evolutivos- y el segundo que es el Cuaternario, con su primera división que es el Pleistoceno y el último que es el Holoceno, el que vivimos y con formas de vida específicas y herederas del turno de vida de muchas de sus predecesoras.

Son muchas divisiones, son muchos años de todas ellas, son la locura de imaginar cuantas formas de plantas, reptiles, dinosaurios, mamíferos, aves, homo erectus, homo sapiens y humanos han aparecido, desarrollado y desaparecido del planeta como un histórico laboratorio de vidas tan diversas y al mismo tiempo tan herederas de muchas capacidades para sobrevivir y rasgos, características en sus cuerpos y fisiologías.  Eso nos hace desvariar sino hay una guía que es la ciencia.

Hay una forma de imaginar cuanto tiempo ha sido ese para que las formas de vida hicieran todo ese su recorrido histórico por el planeta y cuán portentoso es su experimento de vida  que quizá sea único en muchos planetas más.  Quizá hayas otras formas de vida que han tenido su propio tipo de experimento, su propio tiempo que puede ser mas corto o mas prolongado, pero que éste planeta tiene su singular portento.  El geólogo Eduardo Marcuzzi escribe un modelo para que imaginemos que todo el tiempo de existencia del planeta desde su origen hasta el día de hoy 26 de Marzo del año 2007 se reduce a 24 horas, de tal manera que al período Precámbrico le corresponden 21 horas, al Paleozoico empezó a las 9 de la noche y duraría poco menos de 2 horas; el Mesozoico duraría menos de una hora y empezaría poco antes de las 11 de la noche; el Cenozoico duraría en éste modelo solo 20 minutos y su división de Era Cuaternaria solo los últimos 40 segundos, la existencia del Homo Sapiens tan solo unos 10 segundos y la historia completa de la humanidad y civilizaciones como las conocemos, tan solo un segundo, el último.

Darse cuenta de esta enorme proporción no solo es para cuantificar la duración de Eras anteriores, sino para conocer, al menos imaginar, que formas de vida y en que tiempo ha perdurado, el lapso que tuvieron para acoplarse, adaptarse, desarrollarse, mutar, crecer y diversificarse generación tras generación hasta que interrupciones climáticas, astronómicas o técnicas les han impedido durar más tiempo.  Así, las algas dieron paso a más vecinos como las plantas con flores, a los árboles para formar bosques que cubrían casi continentes enteros, a reptiles que luego dieron paso a dinosaurios, los mamíferos que inicialmente fueron algo parecido a los marsupiales, para después dar paso a formas mas complejas y capaces de transformar su medio ambiente, al homo erectus que emigro desde África a lo que hoy es Asia y Europa para dar origen a la raza blanca a partir de una negra; al hombre de Cromagnon que le toco ver desaparecer al de Neanderthal, al hombre contemporáneo que le toca ver (y a veces propiciar) la extinción de especies animales que nunca más volverán al planeta….

24 horas del universo en éste modelo no son las mismas 24 horas de nuestra vida común, pero nos pueden servir para darnos cuenta que un día, el que tiene hoy el universo tras millones de millones de años creando y modificando vidas aquí en la Tierra, no deja de ser el resultado de ese portento que a los humanos debe de asombrarnos, sino que además nos toca cuidar, no destruir.

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