miércoles, 27 de julio de 2011

Los hombres tienen miedo.


Los pretéritos amorfos y dislocados.

Por Francisco Mundo.

Los hombres en muchas ocasiones tienen miedo.  Y lo tienen de decir abiertamente las cosas, las emociones, los sentimientos, las osadías de sus sensaciones que al parecer –para ellos- los vuelven vulnerables, débiles, no viriles.   Es una pena que no sepan que la hombría también es la serie de emociones delicadas y sutiles que una mujer nos puede causar pero que no se confiesa y se lleva por los caminos de la presunción y la cerrazón del silencio, y la mujer no ve toda esa serie de sensaciones que puede causar en él.  Y ESO es precisamente lo que la puede emocionar, la puede cautivar de él.  Saber de su interior es siempre apasionante para una mujer.

Y lo es porque ese interior no es presa del disfraz, del escenario, de las similitudes, de la ropa y los gestos fingidos, de los silencios a veces incómodos, a veces angustiantes y más asfixiantes.  Develar para ella las emociones es ver a un hombre más hombre, mas complementado, más equilibrado.
Una de las peticiones de la mujer en ocasiones es que el hombre le hable, le diga –mas no que le confiese- sus sentimientos envueltos en emotividades.  NO se trata de que le diga sus formas de amar solo, sino sus emotividades diarias, sus emociones cotidianas de sus impresiones en el rutinario vivir que en ese instante deja de ser cotidiano, deja de ser una continuidad para volverse momentos especiales detallados con su percepción delicada o su pensante actuar, de su recuerdos y de sus prospectos en la vida.  No todo es amor, también es pasión por lograr, por vivir en lo diferente y lo alcanzado, no solo metas enormes sino el esfuerzo por las pequeñas, por las singulares.  El esfuerzo como una victoria ya alcanzada.

Una mujer no siempre pide que le diga que la quiere, que la ama, que se preocupa por ella, sino saber de la individualidad  en su perseguir ser mayor y más esforzado, mas conquistador de las circunstancias de su distinta dimensión como hombre.
Y ese decir de su esfuerzo y satisfacción es lo que vive como materia prima del comunicar, del sentir, del recordar, de lo que la emociona a su vez con las sensibilidades del hombre que la acompaña.  Hay mucho que decir si hay mucho que sentir, que recordar, que rememorar y del construir nuevos recuerdos que opaquen a los malos recuerdos del ayer.  Las victorias futuras son más magnánimas que las opacidades del ayer: el devenir siempre puede ser susceptible de ser mejor que los pretéritos amorfos y dislocados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario